Han pasado los días, transmutándose en meses
y no dejo de pensar en las veces que extendiste
las manos y me tocaste el alma, expandiéndola toda,
llevándote nada.
Vi pasar las noches nubladas de estrellas,
estrepitosas de llanto, y creí escuchar el amargo canto
que desde una tarde cualquiera despedazó la tierra.
Soñé con tus brazos, morí por tus labios,
se me encendieron las manos y desperdigué cenizas de encanto.
Me ensucié el corazón con lodosos hubieras,
te llamé a todas horas y deseé que pudieras acudir a mí.
Me estrellé en la pasión que me despertaba tu cuerpo,
perdiendo el sentido de la realidad al tenerte a mi lado.
Te confieso que tengo la locura atravesada
en la mente, el corazón y el vientre.
Desátala y vívela conmigo, dulce bandido,
apiadándote de mi, ladrón de todos mis sentidos.
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