Hoy te encontré tan guapo como siempre me has parecido.
Me arrebataron tus ojos preciosos y fieros, dorados e intensos. Pensé que me hubiera encantado verlos acechándome desde arriba de mi cuerpo en alguna noche cualquiera.
Sé que ya no son míos, se los llevaste a otra sonrisa.
Y déjame explicarte que me sentí tan aliviada de verte actuar tan confundido, mi mente vistiéndote casi de celos, cuando me viste acomodada en la mirada de alguien más.
No es que no me importe que te hayas llevado tu amor con otros labios, claro que me sorprendí si bien deseaba que te fueras a enamorar de cualquiera que no se aburriera como yo.
Pero ya ves que no me vas a vencer. Estoy herida y no lo negaré, porque esperaba que le guardaras luto a mis sentimientos nuestros tan de repente desvanecidos, que sufrieras los días necesarios para un amor del tamaño que me jurabas. Al parecer, como yo no te di el gusto de amarte, tú no me llevarás ningún rigor.
Está bien.
Yo mantendré en silencio el coraje que me causa que te hayas olvidado tan pronto de ese tu amor tan eterno, pero entiende esto bien: jamás demostraré que tu providencial traición me punzó.
Ante tus bellos ojos, dorados e intensos, tu venganza estúpida me va y me viene como si cualquier cosa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario