5.20.2009
Lo que eres.
Cuando hablo de tí conmigo misma, y te describo para mis adentros,
formando esa imagen tuya que es sólo mía, siento el vibrar de los múltiples
sentimientos que despiertas en mí, y me pierdo, y no me hallo,
pero me siento segura y consigo seguir adelante.
Mas no entiendo por qué sí te hablo con alguien más, si externo mi pensar
y le pongo nombre a lo que por tí siento, se desbordan mis pasiones, el alma;
y esta soledad que es mi consuelo se me vuelve inútil y no sé que hacer.
Nunca es demasiado tiempo, pero ese es el lapso que sé no esperarás por mí.
De qué me serviría confesarte todo si la esperanza se me muere por puñados,
lanzada al fuego de tu acontecer diario, tú que lo devoras todo
sin darte cuenta de la lentitud con que me matas.
Tu respirar se me hace eterno, tu sonrisa efímera me perfora la razón
y entonces la cordura se me escapa en suspiros color zafiro,
aces de luz que convergen en lágrimas de sangre, esta devoción callada
que fluye y se transforma ora en risas, ora en llanto.
Mi amistad no es hipocresía puesto que es verdadera,
pero conserva la pasión que le es propia del amor.
Por tí no daría la vida entera porque ya no es mía y perdí mi valor.
Decisiones, ay decisiones. ¿En qué momento equivoqué el andar?
Es cierto que pedí la fuerza para no volverme a quebrar,
y que jamás especifiqué su proceder, lo que resultó en la magnífica tragedia
de tu mirar acaramelado, absoluto placer que renovó mis sentidos
pero devoró sin piedad lo que quedaba de mi ser.
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