Piel morena que arde sobre la mía:
de inocencia fingida y temores de tul no sirve hablar.
Conozco el andar de tus pisadas -las ví al pasar-,
el camino hueco y profundo que has debido probar.
El fuego líquido de nuestras venas no es para sacrificar.
Debes actuar prontamente y sin alegar,
la satisfacción contenida pronto se desbordará.
Jadeos y agitación, dulce melodía de nuestra piedad.
Complacencia absoluta, avaricia de placer...
ah, el sentir manifestado en gotas de agua y sal.
Altitudes distintas, lejanos controles,
en esta libertad de acción no existen como tal,
mejor son incentivos, condiciones de provocación...
Esto es perdición.
Al cielo acercarnos parece, ¡qué potente y vibrante será nuestro expirar!
Entonces me quemas, te deshaces en mí
y reventamos en chispazos de excitación más pudiente y caliente que el mismísimo sol.
Te retiras, me reanimas, y sólo vemos pedazos de verdad.
Aquí seguimos, y aquí nos hemos de quedar,
¿o acaso pretendes renunciar al esbozo de locura que ésta impertinencia nos da?
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